24.11.06

Fogones Aborígenes y Legado Jesuítico

Tierra de Comechingones y leyendas, de fogones ancestrales y conocimiento aborigen. Las sierras de Córdoba fueron la cuna y el hogar de pequeños pueblos con estructura independiente, regidos por caciques portadores de la cultura y la sabiduría originaria. El valle de Punilla, Calamuchita, las Sierras del Sur, el actual departamento Ischilín y el Valle del Suquia o Río Primero, servían de contexto para la caza, la recolección, la agricultura y la ganadería. En este marco de cerros milenarios y lugares mitológicos, la cultura aborigen manifestaba sus creencias por medio del don de la palabra y el arte. Aleros en Cerro Colorado y otros rincones de la región, fueron el soporte de pictografías que dan muestra de la manera en que nuestros pueblos originarios concebían el mundo.
La llegada de la colonización española a tierras cordobesas, encontró a sujetos de barba abundante y figura delgada y alta. Habitaban chozas semisubterráneas, construidas sobre pozos al ras del suelo, y hablaban una lengua diferente a la de la mayoría de los pueblos aborígenes del norte. El Sanavirón y su respectivos dialectos era el lenguaje local, a diferencia del Quechua, tan expandido en el resto del territorio argentino y sudamericano.
La ocupación del centro de suelo argentino fue iniciada por Francisco de Aguirre hacia el 1556, 64 años después de la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas. En 1573, el capitán Lorenzo Suarez de Figueroa, deja a Jerónimo Luis de Cabrera el testimonio de su expedición por Córdoba, como así también una descripción de sus pueblos originarios. El propósito de los conquistadores del Alto Perú era encontrar una ruta de acceso hacia el Río de la Plata. Fue esto lo que determinó la decisión de erigir la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía, fundada a orillas del río Suquia el 6 de julio de 1573 por Don Jerónimo Luis.

Luego de su fundación, Córdoba integró la Gobernación del Tucumán con dependencia política hacia el Virreinato del Perú y a partir de 1776, formó parte del Virreinato del Río de la Plata. Fue el 5 de agosto de 1783, cuando mediada por la necesidad de dividir el Virreinato, la ciudad de Córdoba se declara capital de la intendencia y su primer Gobernador Intendente fue el Marqués de Sobremonte.

Con la conquista material de los colonos, vino la evangelización, la conquista de la fe. Los encargados de esta empresa fueron los Franciscanos. Llegaron más tarde los Jesuitas, que empeñados en tareas de educación y difusión del conocimiento, construyeron estancias en las afueras de la ciudad, el templo principal de La Compañía de Jesús, en el centro de la misma, así como fundaron la Universidad más antigua del territorio nacional en 1613. Los edificios desde donde se estableció un sistema cultural, religioso, educativo y político que rigió la vida en el territorio cordobés por cientos de años y cemento así sus bases.

Entre 1599, año de arribo de la orden, y 1767, año de su expulsión, la provincia fue testigo de su labor cultural, económica y constructivo. Tanto el "Camino de las Estancias", como la "Manzana Jesuítica", debido a su importancia histórica y cultural, fueron declaradas por la UNESCO en el año 2000 Patrimonio de la Humanidad.

Los pueblos originarios, que habían sufrido la embestida de los conquistadores, fueron paulatinamente evangelizados. La desaparición de sus pautas culturales y su idioma, produjo la extinción de la mayoría de los Comechingones, cuyos sobrevivientes se fueron perdiendo en el mestizaje a través de los años.

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